viernes, 19 de marzo de 2010

ESE SOY YO...

A veces pienso y analizo mi condición, y me hastío, realmente desearía desaparecer por unos segundos de este lugar para poder darme un respiro, quiero relajarme, olvidarme de los problemas y compromisos, quiero solamente un tiempo en el que pueda encontrarme conmigo mismo y ver que he logrado en estos años.

Me levanto de la cama y camino hacia el baño, enciendo la luz y me miro frente al espejo, en mis ojos se notan los rastros de noches de desvelo en las que no pude conciliar el sueño, mi boca parece rígida, no puedo esbozar ni la más mínima sonrisa, ¿qué me ha sucedido?, me pregunto, ¿será que todos estos años he aparentado estar bien pero en realidad no?

Comienzo a tener regresiones y me veo en el jardín de niños, esa sensación de vergüenza y coraje me invade una vez más, mis compañeros de aula me insultan y se burlan de mí por lo torpe que soy, cambia el panorama, ahora me encuentro en la escuela primaria, mentalmente siento una barrera que me impide mostrarme tal y como soy con los demás.

Tengo demasiadas cosas en la mente y mi boca simplemente me impide decirlas, me desespero, no sé como sacar todo esto, camino de un lado a otro y de pronto observo mi cuaderno, busco un lápiz en mi mochila y me dispongo a redactar, sin darme cuenta, se me van las horas sentado en la mesa escribiendo, termino y veo lo que hice.

Desde ese momento me di cuenta de que todo aquello que no pueda decir con la boca puedo decirlo a través de la palabra escrita, a través del tiempo fui tomando el gusto por la lectura, supongo que eso ha permitido que amplie un poco mi vocabulario, leo, pienso, reflexiono, escribo, realmente esto me hace sentir muy bien.

Con mi familia procuro no discutir, me gusta estar en un ambiente armonioso y tranquilo, en la escuela, las cosas no cambiaron mucho cuando ingresé a la secundaria, excepto que a partir del segundo año, tomé el gusto por golpear a los que me molestaban, era un individuo de pocas palabras, pero un gran aficionado a impactar mis puños en los rostros de los pobres diablos que se divertían provocándome.

Me expulsaron en varias ocasiones por mis bajas calificaciones y por las veces que agredía a mis compañeros, mi madre desconsolada me decía que si nunca iba a cambiar, yo conmovido con lágrimas en los ojos le respondía que sí, que no sabía lo que estaba haciéndo, que me perdonara, y así se fue la mayor parte de mi adolescencia, entre expulsiones, regaños de mi madre y disculpas.

Realmente me agradaba la fama de "violento" que tenía en la escuela, creía yo que inspiraba miedo y respeto de los demás hacia mí, me sentía auto-suficiente, no necesitaba de nadie más, decía yo, pero cuando las pruebas dificíles llegaban, me atemorizaba y terminaba resolviendolo todo yo mismo, pero en el fondo reconocía que me costaba demasiados esfuerzos y que me sentía muy solo.

Para cuando tenía quince años de edad, ya conocía lo que era el alcohol, la cocaína, los tabacos, las noches de juerga, ser inestable con la pareja, faltar a clases, denigrar con la boca a todo aquel que intentaba humillarme, me sentía poderoso, me creía el Chris Wallace de mi colonia, ja, así de tonto y necio era.

Nunca había sabido lo que era estar enamorado hasta que conocí a alguien que siempre recordaré cada que vea una gorra de los Dodger's, sentí un gran pánico cuando identifiqué que lo que sentía por ella era algo más que un capricho, no fue lo mismo que sentí por las otras, ella realmente significa mucho para mí.

Intenté varias veces decirle todo lo que sentía por ella, pero el miedo se apoderaba de mí y optaba por callarme todo eso y sufrir por no tenerla a mi lado en silencio, con una sonrisa en el rostro ante los demás, pero con el corazón hecho pedazos por dentro, así me paso con cada una de las damiselas que quise en algún tiempo.

Fue así como aprendí a vivir a diario con el dolor de un amor no correspondido, siempre estuve consciente de que eso no está bien, que podría terminar demente y desquiciado, que no lograría nada con ello, lo sabía perfectamente, pero no encontraba como superar esos traumas severos que me acompañaban a cada minuto.

Consideré al suicidio como una opción, justo cuando me encontraba con una pistola en la mano apuntandome hacia la nuca, en el preciso instante que me disponía a jalar el gatillo apareció mi mamá con el sartén en la mano, gritándome que si estaba idiota, que si no pensaba las cosas, me golpeó un par de veces, mientras intentaba cubrirme de los golpes se llevó la pistola y ya no pude finiquitar mi vida.

Poco a poco fui admitiendo que la vida no merecía dejar de vivirse solo porque me traumé con las chicas, pero aún seguía molestandome esa espina, así que regresé a escribir, escribía cosas que reflejaban a la perfección lo que sentía en esos días, me liberaba de esas cargas que me lastimaban y no me dejaban nada de bueno.

El último escenario que visito es cuando me están dando una paliza a mí y a mi tío por razones que hasta ahora desconozco, siento la sangre que se derrama por mi rostro, todo me da vueltas y siento desfallecerme, no sé que le inventaré a mis papás en cuanto llegue a casa, estoy pálido, jamás en la vida me había pasado algo así.

El viaje ha terminado, me encuentro mirándome en el espejo del baño, tantos recuerdos en cuestión de minutos, increíble, ese soy yo...

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